Estreno este espacio con la emoción que me da retomar(me) con algunas costumbres que perdí en algún momento y que ahora, sin reproche, retomo gustosa como quien después de algunos años regresa a la escuela primaria donde estudió. No se bien por qué, pero esa es la sensación que tengo; de regresar a una tierra conocida, mía.
Y esta vuelta a esa tierra, que más bien es una vuelta a mi misma, está acompañada de algunos pequeños tesoros que he ido recolectando en los últimos tiempos. Quizás sin saber sabiendo preparaba este retorno.
Este viaje que es un nuevo viaje porque aunque estoy regresando también estoy conociendo nuevos caminos y destinos, tiene un ritmo nuevo para mi que he sido siempre acelerada y vertiginosa. El ritmo que tiene es ese en el que una entra (siento a veces que el ritmo es más un lugar-espacio que una "cosa") cuando se te planta una taza de té calientito enfrente.
Sí, tan sólo la temperatura te obliga a quitar el pie del acelerador y entender que -gracias al cielo- tienes (o puedes) bajarte del corcel (o cohete, dependiendo del caso), respirar profundo y prepararte para tomarte un té. Pero no es sólo la temperatura: es todo. ¿Quién puede seguir corriendo al ver una taza de té sobre la mesa? Humilde, claro y contundente. Un recordatorio, una nota que incluso te dejas a ti misma para recordar lo que realmente importa. Entonces, haces la pausa.
Con los libros siento algo parecido a lo del té. Hubo un tiempo en el que leía casi con obsesión, si tal cosa existe... ¡sí existe! Y la verdad, como tantas veces he dicho: nunca leí tanto como mis amigos del tiempo de la Escuela de Letras. No me avergüenza, lo acepto. El caso es que de un tiempo para acá dejé de leer. Sí, claro, leo a diario porque la vida cotidiana lo exige, pero abandoné el lugar-tiempo para leer "de verdad"; es decir, leer para mi.
Y ahora, para ser muy honesta, anuncio que regreso de manera pública un poco porque temo no saber muy bien cómo volver y otro poco porque pienso que al dejar testimonio podré cumplir mejor con mi cometido.
Junté en este espacio-texto mi hora favorita para leer y tomar té, que es en las mañanas, al desayuno. Porque para mi, al menos ahora, una cosa va con la otra; como si estuviera decorando de nuevo esa casa que yo soy.
Bienvenid@, el té ya está servido.
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